martes, 10 de marzo de 2009

Más solo que la noche anterior

Aquél verano no lo soportó más. Cada llamado, cada mensaje de texto eran una tortura para él.
Su relación era necesaria aunque se hizo narcotizante. Dependía mucho de ello.
Atrás había quedado su libertad, su intimidad.
Cada paso que daba le respiraba encima. No podía librarse, no encontraba la manera para hacerlo. En realidad, no tenía las agallas para llevarlo a cabo.
Un día junto un poco de valor y decidió tomarse un tiempo. Un "break" para ver qué onda, cómo sería estar aunque sea un día sin sus agobiantes llamadas y mensajes que tanto habían colmado su paciencia. Ya no era atractivo como al comienzo. El desgaste típico de cada relación.
A las pocas horas de su impas, se sintió aliviado y comenzó a respirar como nunca antes: inhalando y exhalando profundamente. No estaba pendiente de su llamada, de su mensaje. La cabeza por fin pensaba. El cuerpo por fin descansaba.
Pero le duró poco. Comenzó a sentirse solo, vacío. ¿Cómo podía ser? No lo sabía ni encontraba una explicación.
No quería caer en eso de nuevo, le había costado mucho deshacerse de todo como para hacer marcha atrás (nunca hay que volver sobre los pasos).
Pero se dio cuenta que era más fuerte que él, lo necesitaba y mucho.
Caminaba en círculos. Abría una botella, encendía un cigarrillo. Daba vueltas por la ciudad, pero nada. Era imperante caer rendido otra vez. Y lo hizo.
Lamentó su poca falta de apego. Su poca fuerza de voluntad.
Ahí estaba sobre el mueble como lo había dejado, cerrado, sin ninguna huella. Estaba harto de sus llamadas, de sus mensajes; pero comprendió que las necesitaba. Lo prendió y para sorpresa suya, nada: ni una sola llamada perdida, ni un mensaje de texto. "¿Qué mierda les pasa? ¡Apago el celular un sólo día y a nadie le importo!"
Se dio cuenta que sí dependía de el. Y sólo había una solución: estamparlo contra la pared. Ahora sí estaba liberado. "Ya nadie me volverá a joder", reflexionó para sí mismo y respiró nuevamente aliviado. Era sábado por la noche e iba poder dormir tranquilo sin pensar si a alguien le importaba. Era un sábado lluvioso para descansar.
Así, se aseguró que nadie lo moleste por todo lo que quedaba de ese día y del domingo, porque el lunes, iba a correr desesperado a conseguir otro.

jueves, 5 de marzo de 2009

Quedamos tan pobres



Pasaron 21 años desde la fatídica muerte de Alberto el Negro Olmedo.
El negro nos dejó cuando menos lo pensábamos, de la manera que menos esperábamos.
Su carrera continuaba en pleno ascenso con una obra teatral Eramos tan pobres, que agotaba entradas en cada una de sus funciones. Además, había grabado una infinidad de películas (la mayoría de ellas junto al inigualable Gordo Porcel), la última de ellas Atracción peculiar, que se estrenó dos días después de su muerte.
Hoy, su recuerdo, su humor, su carisma; siguen vigente. A modo personal, creo que nadie pudo igualar al Negro. Sus sktechs y personajes inolvidables en No toca botón como Chiquito Reyes, El manosanta, Alvarez y Borges (junto a Javier Portales), Rogelio Roldán, Sr y sra Pérez y el inigualable Dictador de Costa Pobre.
El humor del Negro puede parecerle ordinario para mucho. Pero era el Negro el que se destacaba. El que no estudiaba los libretos y sólo se dedica a improvisar.
Ese es el Negro que recuerdo y espero que todos recuerden.
Para dar apoyo a lo que digo, deléintense con este video de Alvarez y Borges (yo me sigo cagando de risa como la primera vez que lo vi, bien chico).