martes, 14 de julio de 2009

Robertito, el rey de las bolillas

Robertito es un niño bajito, morochito y bastante "jodido", como lo definen algunos de mis vecinos.
La plaza del Barrio Ferroviario, es testigo cada semana de las incansables corridas de Robertito. El, junto a su barra de amigos, juegan al fútbol, al básquet, a la pilladita, al ladrón y al policía; entre los juegos que pude presenciar. Alguna vez intentaron darle a la pelotita de tennis, pero rápidamente se desencantaron de la raqueta.
Robertito y sus amigos parecen ir a contramano del mundo actual. No están encerrados en sus casas enceguecidos frente al televisor, joystick en mano, para pasarse horas y horas jugando a cualquiera de las versiones del winning eleven (con el que yo si me enceguezco).
Y Robertito es el centro de mi atención porque tiene un don: es el capo de la bolilla en el barrio.
Robertito se jacta de tener más de 200 bolillas, de distintas formas y colores, casi todas ganadas en partidos que no le representó el mayor de los resfuerzos.
Los demás chicos, que en alguna ocasión confesaron que cuesta mucho conseguir dónde comprar las bolillas, le tienen respeto. Juegan heridos en su orgullo por tratar de recuperar las preciadas preseas, pero con el temor de saber cuál será el resultado casi cantado.
Cuando Robertito enfrenta a sus oponentes, el círculo de chicos alrededor del campo de juego es enorme. LLegan desde otras cuadras, y hasta de otros barrios, para intentar destronar al rey de las bolillas de barrio Ferroviario. Pero no hay con qué darle. La corona le pertenece a él.
Los aplastantes triunfos de Robertito provocan impotencia en sus oponentes y el público ocasional, que hincha por el rival de turno de Robertito, que además de ser bueno para las bolillas, es canchero. Relaja a cada uno de sus contrincantes. Anuncia casi con exactitud cada tiro suyo: -Mirá gil como te emboco la bolita. Y cumple con el cometido.
Además, impide la concentración de sus rivales: -¿No te das cuenta contra quién estás jugando? Estás en la lona chango...
Los oponentes de Robertito se muerden los labios, no sólo por las bolillas perdidas, sino porque la contextura física de él (de tan sólo 10 años) es mucho mayor que la de sus amigos y ocasionales rivales. Encima eso: inspira miedo.
Así transcurren las triunfantes tardes de Robertito, lejos del cable, la play o el ciber.
El se forjó y se especializó en el mundo de las bolillas y así fue como se proclamó rey del juego.
Llegará el día en el que las bolillas que gana con facilidad, tengan un mayor valor. Ya casi no se consiguen en ningún lugar, y Robertito sin esfuerzo, las posee a casi todas.