martes, 4 de agosto de 2009

Mi perro dinamita

La madrugada que Ciro, el perro de casa, desapareció, el arrancón se había extendido más de lo planificado. El amanecer me había sorprendido con un vaso de cerveza a medio llenar en la mano, y en el breve lapso de tiempo que me quedaba para dormir, no pude pegar un ojo desde la mañana hasta el mediodía.
Aquél domingo 24 de enero de 2009, una sensación extraña me indicaba que no iba a ser un día alegre en el Barrio Ferroviario. El sol, cómplice, había decidido ocultar su cara y la mañana se tornó gris.
Yo me había trasladado por unos meses a Yerba Buena, y cada mediodía regresaba a casa de mis viejos para almorzar. Aquél domingo, al llegar a mi hogar,un silencio atroz me invadió al cruzar la puerta.
Mi casa no es ruidosa, pero siempre hay alguien para alegrarla y revolotearla. Ese es Ciro,el perro más rockanrollero que haya conocido; quilombero y callejero a más no poder. Ciro es un gran anfitrión: llegue quien llegue a Mendoza al 4300, él corre a darle la bienvenida con un varieté de saltos, escandolosos ladridos y revoloteos de cola de un lado a otro. Sin embargo, ese apagado mediodía de domingo, la mano venía cambiada cuando noté que no se presentó a recibirme. "Andará en la calle", pensé y no me preocupé tanto por su ausencia.
Es que Ciro, como todo perro callejero -lo habíamos adoptado en 2003- agarraba las calles, las pateaba a su antojo y volvía cuando se le pegaba la gana -o el hambre-. Ciro no es el perro más bonito. Al contrario, es petiso, medio gordito y deforme; tiene dos manchas marrones en su cuerpo, algunas pequeñitas que se asemejan a pecas, y una que le cruza el ojo derecho. Su cola es blanca; sus patitas bien finitas, como las de chichicuilote de Don Ramón. Todo ese combo, sumado a una mirada tierna y alegre, emana encantos que hechizan a cualquiera.
Menos mal que salió simpático, porque de trucos y habilidades ni hablar. Ciro no da la patita, ni hace el muertito. Como si fuera poco, lleva las de perder en casi todas las peleas: su baja estatura lo pone en desventaja de la mayoría de los canes. Ese es el motivo por el que cada tanto cobra como boxeador mal preparado. Aún así, Ciro es el perro de la cuadra; no hay vecino, -bah sí hay uno que otro amargado, aunque son los menos- que no le haya tomado cariño.
Por eso es que aquella madrugada en la que Ciro no regresó, su ausencia se sintió a lo largo de la cuadra.
Enterados de la noticia, cada uno de los conocidos de la familia emprendió a su manera la búsqueda. Los vecinos salían a caminar por los barrios adyacentes al Ferroviario con el afán de encontrarlo.
Los mensajes de textos y las llamadas eran una constante: "ví a Ciro cerca del centro". "Creo que andaba por la zona del Parque 9 de julio". "Juro que lo acabo de ver en la terminal". Aunque nada. Todas eran falsas alarmas provocadas por las esperanzas de hallarlo. Tanto deseé que aparezca, que a veces llegué a caminar sin sentido por cualquier punto de la ciudad, con tal de ubicarlo.
El tiempo pasó y la sensación de resignación invadió a la familia, que a esa altura, lo único que deseaba era que al menos Ciro haya encontrado un hogar en el que lo traten bien.
Como el cariño y el amor suelen acortar las distancias y sortear las dificultades, Ciro regresó a nuestros brazos. Todavía tengo presente la madrugada de un domingo de abril en la que , al regresar a casa (de nuevo bastante borracho) y al dirigirme al baño, sentí una presencia extraña y familiar. No sabía si era producto de mi estado de embriaguez, pero me había parecido escucharlo a Ciro en el cuarto de mis viejos. Me acerqué para saber de qué se trataba, y vaya sorpresa me llevé al ver que era él. Estaba de nuevo en casa. Su gira callejera se extendió más de la cuenta pero había regresado.
Mi mamá se despertó y me contó que Ciro estaba en un drugstore en avenida Belgrano y América (apenas a 18 cuadras de nuestra casa,)en el que venden bebidas alcohólicas a deshora, y ahí había vivido todo este tiempo. La llamaron a mi hermana Paula para avisarle del paradero de nuestro perro rock and roll, y ella le dió aviso a mi viejo, que salió corriendo a buscarlo. Los chicos que atendían el drugstore le contaron a mi papá que alimentaban y cuidaban de Ciro, porque apenas lo vieron les pareció simpático. Le dijeron que dormía de día porque de noche la música sonaba al palo y el kiosco era un desfile de autos y gente ansiosa de fernet, cerveza y vino en la hora en que está prohibido comprarlo. También le contaron que se hizo amigo de un gatito que también paraba ahí, con quien compartía cucha. Los pibes del negocio se sinceraron con mi viejo y le dijeron que iban a extrañar a Ciro. Pero estaban alegres de que pueda volver con su familia. Pocos meses le bastaron a Ciro para ganarse el cariño de otra gente. Es comprador.
Y todo este vaivén es propio de Ciro, quien ya está está en casa de nuevo.
Sigue siendo el mismo hinchapelotas de siempre. Hace quilombo a las 2,3,4 de la mañana para salir a callejear. Sigue sin aprender trucos interesantes. Como siempre, no da la patita ni hace el muertito, pero así es Ciro. Nuestro perro dinamita.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

volvio la alegria vieja!!!

Diego Nofal dijo...

Me mataste me encantó el relato chavón saludos, tenés que venir a ver mi fukin perra, no sólo no hace el muertito, ni da la patita, sino que además rompe todo lo que puede y duerme en la cama (autorizada por sus padres)

Juan Pablo Sosa dijo...

Uf... ya comprobé que tan rompebolas es la Lila. Ya volveré,hermano.
Para quedarse!

Unknown dijo...

este ciro es un super yiroooo!!!!
mira que es copado el can, mas de uno querria no dormir de noche para estar con la musica al palo!!!
jajajajajaja
ciro, sos un groso...sabelo.

besos juan pablo y otro para ceci...
ah!!!
decile a la ceci que tiene el blog re colgadooo!!!
jajajajajaj

María Isabel Gómez Castillo dijo...

Así son nuestras mascotas, que más da lo que sepan hacer, lo más importate es lo que transmiten: ternura, cariño, fidelidad, la ilusión de volver a jugar y por un momento más en la vida, recordar cómo se vive siendo niño.
Un abrazo.
Isabel