Con el paso del tiempo, la city tucumana se va convirtiendo en una pequeña-gran urbe.
Por las calles del microcentro y sus alrededores, es casi imposible pasear en horarios en los que los comercios tienen sus puertas abiertas, sin que te choqués con alguien, o te encontrés con una protesta, o tengas que soportar la poca paciencia de los automovilistas-adictos desenfrenados por el perturbador toque de bocina.
Ahora comienzo a comprender a mis amigos que vienen de ciudades pequeñas, personas que jamás lograron adaptarse al ritmo caótico de esta ciudad y huyeron despavoridos a sus pagos (no sin antes agradecer las bondades de la vida nocturna que caracteriza a Tucson).
Si es un shopping mejorAyer por la noche, una vez más fui testigo del desenfreno que hay en esta jungla.
Alrededor de las 20, salí de la obra social luego de realizar un par de trámites de rutina. Cuando comencé a caminar por calle san martín en sentido oeste-este, escuché el sonido de unas bombas de estruendo, inconfundibles e infaltables en Tucumán, y pensé para mis adentros “¿quiénes estarán protestando un día viernes por la noche? Serán algunos que quieren expresar su bronca porque desde el domingo a las 00, tendrán una hora menos de joda por el nuevo huso horario que comenzará a regir”.
Como el sonido de la pirotecnia era constante, logré encontrar el epicentro de la protesta: en las intersecciones de calle Mendoza y Maipú, los puesteros del Mercado del Norte se quejaban por el desalojo que intenta llevar a cabo la Municipalidad, con el propósito de sepultar a un edificio invaluable e incomparable, como lo es ese inmueble, para erigir allí un moderno shopping.
“Tucumanos, los puesteros del Mercado necesitamos de ustedes. Esta es nuestra única fuente de trabajo. Acompáñennos en esta lucha”, solicitaba una señora a través de un altoparlante, sin que su voz se hiciera eco entre los transeúntes. Es que los puesteros no tienen el mismo aparato que los del campo, que cada vez que protestaron en contra de la 125, convocaron a que todos los sectores de la ciudadanía los apoyen. ¿Por qué no hubo ruralistas acompañando la legítima lucha de los puesteros?
Un señor de unos 50 años reparte panfletos que hacen alusión al desentendimiento del intendente Domingo Amaya sobre este delicado tema. Me llamó la atención la mirada de este hombre, de resignado, como si estuviera preparado para lo inevitable. Lo encaro- Jefe, qué tal. Soy periodista de el periódico. No estoy laburando en este instante, pero quisiera que me cuente algo sobre lo que está pasando. Usted ¿tiene algún puesto?¿labura en el Mercado?
-Amigo (suspira). Mi vida es el Mercado. Allí prácticamente me crié. Mi papá, que en paz descanse, tenía un puesto que había conseguido junto a mi abuelo. Entre ellos hicieron funcionar la carnicería que hoy manejo yo desde hace 12 años. Nosé hacer otra cosa que levantarme de lunes a sábados a las 6 de la mañana para venir a laburar...(parece que se quiebra).
-¿Pero hay alguna manera de apelar legalmente?¿Tiene papeles o algún documento que pruebe que el puesto es suyo?
-Mirá, el otro día cuando nos intentaron desalojar (lunes por la noche), nos asesoró un abogado y el martes presentamos todas las documentaciones que avalan que los locales que están allí son nuestros. Es increíble que pase esto.
-¿Tiene familia jefe?
-Cinco hijos, joven. Dos nietos, uno de los cuáles vive en mi casa. Si esto se termina, se termina también mi vida. ¡Qué voy hacer a los 50 años! Que el intendente se de cuenta por Dios...
La marcha ya se dirigía a Plaza Independencia, por lo que nuestra pequeña charla se llevó a cabo mientras caminábamos. Alguien lo habla al señor, y de paso aprovecho para no interrumpirlo y que siga repartiendo panfletos. Me alejo nuevamente por calle san martín.
El paisaje nuestro de cada díaCartoneros, gente pidiendo en la vereda de la Iglesia. El mismo paisaje de siempre en esta ciudad. La gente pasa y ni los mira. Nadie se inmuta. Todos se acostumbraron a que estén ahí.
En la intersección de calles 25 de mayo san martín, se produce un embotellamiento por la manifestación de los puesteros. Los insoportables bocinazos se mezclan con sonidos de música folklórica, ahí nomás en la Plaza Independencia. Es que Tucumán es sede del Congreso de Cultura, y contrario a lo que suele suceder, hay oferta artística y cultural gratuita para tirar para arriba.
A causa de este evento, la ciudad está repleta de gente paseando. Los que asisten al Congreso se distinguen en la multitud porque de sus cuellos cuelga el cartelito de “participante”.
Muchos son de otras provincias y quieren recorrer la ciudad, inmortalizar momentos con sus cámaras de fotos. Esto genera la reprobación de un transeúnte: “dale dale. Hay gente que está apurada que los parió”, reniega contra un grupo de personas que se saca fotos en la vereda de la Iglesia San Francisco. ¡Qué loco que haya gente apurada un viernes por la noche!
Sigo mi camino hacia el Virla y continúo cruzándome con gente de todo tipo: un grupo de floggers, que tal vez en su intención por innovar su metro o fotolog, se sacan fotos en la puerta de calle 25, de la Caja Popular de Ahorros.
Promotoras, más floggers, más gente que pide, más bocinas; siguen acompañando mi camino hacia el Centro Cultural. Al llegar, un re-re mix de Brother Loui, baja desde el gimnasio que se encuentra justo en frente. Me llama la atención que en la puerta del Virla hay muchos pendejos de entre 14 y 15 años. Están esperando entrar al homenaje a los Guns que Mr Brownstone, dará a partir de las 22. Bien por ellos.
Ya una vez adentro, y luego de un trayecto de apenas 10 cuadras, que se me hicieron eternas, puedo finalmente apreciar la muestra de fotos de la Bienal.
Como todavía es temprano, Mr Brownstone está en pleno preparativo para el show, con prueba de sonido a mil. Y casualmente al arrimarme al auditorio para escuchar el ensayo, los muchachos estaban tocando
Welcome to the jungle. Pero por suerte, para ese momento, ya me había escapado de la jungla.